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No todo lo que brilla es oro

Zampaglione Mujica, Sofía Natalia


Ocho millones de toneladas de plástico acaban cada año en el océano. El 90% de estos residuos son microplásticos, un compuesto que se encuentra en gran cantidad de productos de higiene que utilizamos a diario y que afecta gravemente los mantos acuíferos.

Las microesferas de plástico, también llamadas microplásticos, son casi invisibles debido a su tamaño. Miden menos de 5 milímetros y fueron clasificados por el Servicio Nacional de los Océanos de Estados Unidos como aquellos que "pasan fácilmente los sistemas de filtración de agua y terminan en el océano y grandes lagos".

Las fuentes más grandes de microplásticos son, por un lado, basura plástica descompuesta por rayos UV. Por el otro, una gran cantidad de productos de higiene que utilizamos a diario: jabones, cremas exfoliantes, pastas dentales y glitter. Este último, es una mezcla de aluminio y tereftalato de polietileno (PET). Este compuesto es un derivado del petróleo, por lo cual le lleva aproximadamente entre 100 y 1.000 años degradarse de forma natural.

Una de las grandes preocupaciones respecto al plástico PET, es la facilidad con la cual termina en los drenajes y mantos acuíferos. Cuando vuelves de bailar toda la noche o todo el día en tu festival favorito, y te bañas, las microesferas plásticas se dirigen directamente al desagüe y de allí, a los mares. Cuando esto ocurre, es consumido por parte del ecosistema marino como plancton y peces que, al acumularlos en su sistema, mueren.

Los pequeños animales no son los únicos en riesgo. Especies como la ballena barbuda o el tiburón peregrino, han evolucionado para tragar cientos -o miles- de metros cúbicos de agua de mar para filtrarla y obtener su alimento. Actualmente se enfrentan al riesgo de ingerir además de plancton, microplásticos, los cuales bloquean su capacidad para absorber nutrientes provocando efectos secundarios tóxicos. Según un estudio publicado en la revista Trends in Ecology and Evolution, el impacto de los microplásticos puede llevar a la extinción de algunas de estas especies.

Los impactos que genera el plástico PET en los océanos no acaban allí. Este compuesto libera, a su vez, químicos que alteran los procesos endócrinos de los animales acuáticos, afectando sus sistemas reproductivos, inmunológicos y neurológicos. Si estos datos aún no te han impactado, las consecuencias de que un animal acuático consuma microplásticos no se detienen ahí. Ese pescado que ingirió PET puede llegar al plato de tu cocina. De hecho, un estudio de la Universidad de Ghent, descubrió que los amantes de mariscos comen en promedio once mil microplásticos al año, puesto que las ostras y los mejillones ingieren este compuesto al alimentarse por filtración. Otras especies como los cangrejos, los ingieren a través de sus branquias.

Existe un solo ser vivo beneficiado por los microplásticos: las bacterias. Según un estudio de Enviromental Science and Technology, el plástico PET actúa como bote salvavidas para los microbios potencialmente nocivos, aumentando sus posibilidades de sobrevivir en ambientes acuáticos.

Greenpeace arrojó cifras alarmantes que ayudan a comprender la problemática de los microplásticos en el océano. Entre el 21% y el 54% de estas partículas se encuentran en la cuenca mediterránea, cuya densidad de plásticos es comparable a las zonas de acumulación del Océano Pacífico. Estas, se conocen como "sopas de plásticos" donde se estima un total de 1.455 toneladas de microplásticos flotando en sus aguas.

Hace cuatro décadas, el plástico PET comenzó a acumularse en los océanos, generando consecuencias desastrosas para el medio ambiente. Según un estudio de la revista Perspectivas Geoquímicas, el glitter ha llegado al punto más profundo que se conoce de los fondos marinos de la Tierra. Hablamos del Abismo de Challenger, que se encuentra a casi 11.000 metros bajo el agua.

¿Cómo puedo ayudar?

Aún se desconoce la cantidad exacta de glitter que se encuentra en el fondo marino y los efectos que puede tener sobre el ser humano, debido a que la bioacumulación es muy lenta y difícil de demostrar. Sin embargo, no hay que esperar a llegar al punto máximo de contaminación para actuar.

No hace falta eliminar por completo el glitter, pero si es necesario convertirse en un consumidor consciente. Mundialmente, Illinois fue el primer estado en Estados Unidos en prohibir la producción y venta de productos compuestos por microplásticos. Otros países, como el Reino Unido, lo han prohibido desde enero de 2018.

Alternativas al glitter tradicional han comenzado a llegar. En Córdoba, podemos conseguir glitter ecológico a través de “Karma Ecoglitter”, quien realiza envíos a todo el país, y “Altair Ecoglitter”.

Tuvimos la oportunidad de dialogar con el equipo de Karma Ecoglitter, quienes nos explicaron cómo realizan su propio glitter. Como material utilizan un mineral natural de la tierra que, al entrar en contacto con otros recursos naturales como el agua, no la daña. El glitter que producen es, por ende, ecológico, puesto que al desecharlo no se degrada sino que vuelve a su estado natural. Es además, libre de plásticos y aluminio. Al mineral se le añaden tintes con pigmentos de vegetales biodegradables para realizar el producto final.

En diálogo con Altair, nos comentaron que realizan un glitter biodegradable, casero y vegano. Esto, porque para realizarlo utilizan goma arábiga, agua y colorante para torta. Finalmente, se cocina al horno o al microondas y se raspa con una espátula para conseguir el granulado final. Puesto que utilizan productos de repostería, el glitter que ofrece Altair también es comestible.

El glitter que producen es, como mencionamos anteriormente, biodegradable en lugar de ecológico. Desde Altair explican que esto se debe a que, si bien los materiales que utilizan no son recursos naturales de la tierra, igualmente se biodegradan al entrar en contacto con el agua, evitando así que lleguen al mar.


 

Compartimos el video tutorial de Pau Bolzan, si prefieres indagar e innovar en tu propio glitter ecológico:


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