top of page

¿Todo esto solo por un pancho?

Alcántaro Saldaño, Milagros Dolores


Después de siete años siendo vegetariana, un día decidí que iba a comer carne de nuevo. Sentía que estaba haciendo el camino inverso. Todas las historias que conocía eran de amigos dejando la carne, y siempre lo contaban con orgullo. En cambio, mi decisión no la quería contar a nadie, me generaba más una sensación de vergüenza y derrota.

Sucedía que en el último tiempo cuando olía un chori asándose en la parrilla, o unas salchichas hirviendo en la olla, me olvidaba de la razón que me había llevado a sacar los animales de mi plato. En ese entonces, no me motivaba la salud, ni el ambiente, el motivo era simplemente que me parecía injusto que se mataran animales para que yo comiera.

“Me da lástima comerlos”, respondía ante los cuestionamientos acerca de mi dieta. A todas las juntadas con amigos, yo caía con mi tupper o tiraba una hamburguesa de lenteja a la parrilla. Siendo honesta, no me parecía algo difícil de hacer, ni siquiera lo sentía como un sacrificio. Estaba haciendo lo correcto y eso era suficiente para mí. Así, por mucho tiempo, tuve la fantasía de una versión mía con ochenta años, saludable y enérgica afirmando que se puede vivir sin comer carne. Sin embargo, como toda fantasía, quedó como un recuerdo.



“Che, ma. Si compras milanesas, trae para mí también”, le dije a mi vieja. Ella se rio, me miró y dijo que no me iba a creer hasta que me viera comer. La verdad que yo tampoco me lo terminaba de creer. Mi regreso a la carne fue con una milanesa de pollo, y esa noche soñé con gallinas. Era obvio que ese pequeño gran goce iba a venir con culpa. Supongo que era algo justo: mientras las siguiera comiendo, me iban a atormentar en mis pesadillas.

Aun así, la visita de las gallinas en mis sueños, no me freno y una noche me encontré comiendo lo que más ansiaba volver a probar: un pancho, en realidad fueron seis. No era nada raro ni difícil. “¿Un pancho?” me preguntaban mis amigos asombrados. Sí, era un pancho lo que más extrañaba comer.

Mientras yo dejaba atrás mi vegetarianismo, el Amazonas ardiendo, el discurso de Greta Thunberg hacia explotar las redes sociales con noticias acerca de la necesidad de dejar de consumir carnes. Yo leía todo, pero no cambiaba nada de lo que hacía. Seguía sintiendo lastima, pero la ignoraba.

Creo que cuando algo se empieza a sentir como una obligación, es momento de replantearlo. Durante todo el tiempo que fui vegetariana, nunca me sentí limitada a la hora de comer, pero hubo un punto en que sentía una prohibición sobre lo que podía llevar, o no, a mi plato.

En el actual contexto, me parece necesario revisar todo lo que hay detrás de los alimentos que consumimos. Sin embargo, tengo que ser sincera conmigo misma, y cuando siento algo como una carga, más lo sufro.

Dudo mucho de ponerme la etiqueta de vegetariana, pero si me comprometí a reducir mi consumo de carne en todo lo posible. Incluso, hace unos días comí unas empanadas árabes y fueron las mejores que probé en mucho tiempo, y no eran de carne, sino de soja texturizada

22 views0 comments

Recent Posts

See All

Comments


bottom of page